El fruto no cae lejos del árbol, dice el refrán. Es fácilmente comprobable en la casa de los Núñez. Cualquier día y a cualquier hora, el papá, Frido, y sus dos hijos, Leandro, de nueve años, y Felipe, de siete, aparecen disfrazados de los personajes de Star Wars y disfrutan intercambiando diálogos de película. En el comedor hay una especie de altar donde están todos los muñecos, los accesorios y los juegos.

Todos comparten el más absoluto fanatismo por Star Wars. “Con esto empecé yo cuando era pequeño. No fue una imposición para mis hijos; se dio de una manera muy natural. Soy artista plástico, coleccionista de arte retro. Los chicos nacieron y crecieron entre los disfraces, las películas y todo este mundo. Compartí mi pasión con ellos desde un lugar de mucho disfrute. Para nosotros, es un sitio mágico al que siempre nos queremos escapar”, explica el papá, que tiene 38 años y es miembro de la Legión 501, una ONG global basada en personajes de Star Wars.

Leandro y Felipe son claramente una miniversión de su padre. Sin embargo, Frido cuenta que muchas veces lo superan en cuestión de conocimientos sobre la Guerra de las Galaxias. A pesar de la corta edad que tienen, los niños ya investigan en internet y tienen sus propias colecciones de muñecos y figuritas. “Hacemos largos debates. Ellos me dan cátedra, me corrigen sobre los personajes y sobre las películas. Amo poder compartir esta pasión con mis hijos; además, nos involucramos en actividades benéficas. Lo bueno de la ciencia ficción es que siempre aparecen historias que nos dejan una enseñanza para hablar”, sostiene, orgulloso de ese espacio que ha creado en su familia.

Cada vez es más frecuente ver niños que son como una pequeña versión de sus padres y que comparten la pasión por algo muy específico. Hasta hace unos años lo más común era (y sigue siendo en muchos casos) que ambos simpatizaran por un equipo de fútbol. Pero en la actualidad hay variaciones: están los fans de la play, de algún género cinematográfico, de bandas de rock, de la cocina, los apasionados por la moda y los juegos de mesa. La lista es muy larga.

Todos los entrevistados para esta nota coinciden: es algo que se dio, no fue impuesto. Es una ocasión de acercamiento entre padres e hijos que no existía en generaciones anteriores. Y que se afianzó muchísimo durante la cuarentena, la cual nos obligó a pasar más tiempo en familia y puertas adentro.

El gran orgullo

“Hoy los padres compartimos mucho más tiempo con nuestros hijos. Yo lo disfruto muchísimo y siento un gran orgullo. Antes no era algo común. En mi caso, hemos creado un gran vínculo gracias a nuestro fanatismo por los juegos de mesa. A mí siempre me gustaron, pero todo fue casualidad con mi hijo Lucas (nueve años). Empezamos a ir a un bar con estos entretenimientos, hace dos años, y desde entonces no paramos más de jugar”, cuenta Walter Cardozo, de 46 años.

En su casa tienen una especie de biblioteca de juegos de mesa. Entre los favoritos figuran el “Key forge” o el “Cashflow”, con el cual tienen que hacer cuentas, sacar porcentajes y conseguir la mayor cantidad de inversiones. “La cuarentena fue un momento ideal para afianzar aún más nuestra relación. Pasamos horas jugando, y lo hacemos de igual a igual. Nunca le doy ventaja. Lo que más me gusta es cómo nos integramos porque si él estuviera en la computadora todo el día quizás yo no tendría lugar en ese mundo”, realza Walter, que es fotógrafo y también papá de otros dos pequeños, de 5 y 6 años. “Ellos, de a poco, también se van sumando a esta pasión”, destaca.

Comprometidos

Diversos estudios remarcan que el avance de la mujer en el mundo laboral cambió la paternidad. Hoy los padres son más compinches y les dedican más tiempo a los hijos. Están comprometidos con la crianza, son sensibles y más desprejuiciados. Las relaciones con los hijos se vuelven más horizontales.

Para Esteban Pejko, de 51 años, el punto en común con sus hijos, Juan Cruz (cuatro años) y Luca (dos años) son el modelismo y el fanatismo por Star Wars. “Pasamos mucho tiempo viendo películas y jugando con los muñecos”, cuenta.

Los fines de semana son el momento para el modelismo. Es una pasión que Esteban también compartió con su padre, que amaba los trenes. Esteban tomó su propio camino y eligió el aeromodelismo.

“Nuestro gran pasatiempo es armar maquetas. Esto se dio mucho durante la cuarentena; había que buscar alternativas para quedarnos en casa compartiendo y ellos principalmente me pedían armar cosas. Al más grande le encantan los soldaditos. Siento orgullo de verme reflejado en ellos, descubrir que más allá de la genética nos gustan las mismas cosas y las podemos compartir. Es un plus para la paternidad que no se puede explicar; solo se siente”, resume.

Tal vez fue el destino. O no. Lo que Esteban, Frido y Walter aman de esa experiencia de transmitir una pasión a sus hijos es compartir momentos cargados de intensidad, de amor y de complicidad. Y hoy, en su día, es lo que más celebran.